La puerta color café

Hubiera jurado que aquellas estrellas de enero nos observarían caminar entre los vestigios del agua que desfilaba a la par de la vereda… Muchas otras lunas contemplaron tus brazos eternos perderse en mi cintura a la par de los árboles. Esa noche no. Después de mirarte bajar a la plaza, jugando con tu equipaje nos conducimos a tu hogar. Apenas unos minutos luego, entre abrazos y miradas cómplices, un sonido pequeño se coló entre nosotros. Llaves. Un brillante juego de llaves. Te mire con sorpresa. Tu sonrisa instantánea me invito a pasar… Muros de confortable aspecto y aberturas añejas dibujaban el espacio cálido en que compartiríamos las horas siguientes, nuestro escaso tiempo. Muy poco, pero gracias a Dios, bien vivido. Entre el comedor y la habitación más próxima se encontraba una bonita puerta color café. A la altura de mi frente presentaba un orificio circular que permitía pasar el reflejo de la luz y quizá alguna partícula traviesa, con ganas de explorar. ¡Cómo me gusto aquella puerta color café! Es que es curioso que los límites de los espacios de nuestro espacio tuvieran lugarcitos para escapar… Creo que más de un mueble querría escapar a semejante obra magnifica: Nuestros cuerpos, quiero decir… Mi espalda y tu boca son un arte insoportable cuando en el silencio nocturno virtualmente limitado: Se reconocen y se encuentran.

SALSACATE, CBA. VERANO 2014

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