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  Alta Córdoba, 2012.   

La puerta color café

Hubiera jurado que aquellas estrellas de enero nos observarían caminar entre los vestigios del agua que desfilaba a la par de la vereda… Muchas otras lunas contemplaron tus brazos eternos perderse en mi cintura a la par de los árboles. Esa noche no. Después de mirarte bajar a la plaza, jugando con tu equipaje nos conducimos a tu hogar. Apenas unos minutos luego, entre abrazos y miradas cómplices, un sonido pequeño se coló entre nosotros. Llaves. Un brillante juego de llaves. Te mire con sorpresa. Tu sonrisa instantánea me invito a pasar…  Muros de confortable aspecto y aberturas añejas dibujaban el espacio cálido en que compartiríamos las horas siguientes, nuestro escaso tiempo. Muy poco, pero gracias a Dios, bien vivido.  Entre el comedor y la habitación más próxima se encontraba una bonita puerta color café. A la altura de mi frente presentaba un orificio circular que permitía pasar el reflejo de la luz y quizá alguna partícula traviesa, con ganas de explorar.  ¡Cómo me gusto aquell

SÚPER YO.

Soy capaz de desaparecer en el segundo en el que vuelves… es magnética tu postura y tu inmensa mirada. Apoyas la cadera en los bordes de mis muebles y en esa actitud (borde a borde) te instalas… lentamente te quedas y te fijas al suelo, absoluto y arbitrario. Me pregunto sobre que vamos a debatir esta noche… diseño y replanteo en mi cabeza que argumento va a resultarte más provocador. Todo es inútil. Todo es absurdo; sí cuando abro mi boca la tuya se abalanza sobre mí y disipa cualquier razonamiento, sin menester de palabras. Soy capaz de desaparecer, pero elijo quedarme. Con todas las fuerzas de mi espíritu yo me quedo y me fijo al imán que también son tus dedos y la insolencia con que me desatan de éste ruido neuralgico que aprisiona mis noches lejos de tu abrazo. No logro ser provocativa, ni racional… No puedo eludir toda la energía que nos salva en este subconsciente sin conciencia que atrapo y re edita nuestra historia. Un paso atrás