La primera vez que hice el amor, tenía una camisa blanca y la sonrisa desalineada. No me desvestí ni abrí las piernas... no toque la espalda de mi amante; La primera vez que hice el amor estábamos rodeados de personas y de sol, en el aula del colegio. Estallé de risas a modo de orgasmo y conocí la plenitud de saberme amada y deseada en el mismo instante. De eso se trata el amor, entendí. Él me hacía cosquillas en medio de una nube de tizas blancas y verdes a la orilla del pizarrón. Me acercaba con torpeza a sus ojos profundos, brillantes y azules. Me celebraba mordiéndose los labios y yo aprendía que el calorcito de sus brazos era el paraíso que describían las novelas de la biblioteca de mi casa. Desde esa tarde soy más mía y siempre un poco de él, aunque nunca se lo haya confesado. Desde aquella tarde entiendo que la luz del sol es el componente inevitable de todas mis experiencias sagradas. Energía lumínica y ventanas abiertas. Pura risa y tizas y sus ojos de agua infinita:
Hay milagros que caminan, laten suavemente y sonríen a las costas de río sin sol... Cuentan historias de pájaros y de cartas. Hay milagros que comen caramelos y transmiten experiencia culinaria. Mi milagro de ojos grises, tiene un frágil contemplar la vida que le ocurre lento. Huele a roscas y a sopas mi asombroso fenómeno añoso, mi apacible compendio de recuerdos. Nos amamos de una forma extraordinaria, mientras su brutal dulzura incrementa en cada mirada compartida: la capacidad de mi fe. Sta Rosa de Calamuchita 2017, enero.
He roto con tu ausencia… su juego inútil para seducir mi tiempo libre, ha despertado la violencia de todos mis sentires. Me arden las pupilas de observarla caminar entre mi ropa… se pasea fría, al ritmo de ese latido turbio que me remonta a tu voz en el teléfono. Sucede que esta tarde, ya no he podido soportar ninguna de tus implacables ausencias… Ni la de tu risa, siquiera, que es la que se cuela en mis bolsillos, y en mi guardapolvo… y en el viejísimo bolso azul que ayuda a mi tarea diaria. Termine de una vez por todas con tu falta de presencia… Que ha decir verdad, debo discriminar, de tú existir permanente aquí: sobre las sabanas. Es curioso. Frecuentemente cuándo algo se rompe… otro algo, aunque sea de a pedacitos, se vuelve tangible y se libera. Liberar tu ausencia es olvidarte. Y si te olvido, ¿con quien compartiría mis piernas y mis proyectos, y mi almohada…?
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