La primera vez que hice el amor, tenía una camisa blanca y la sonrisa desalineada. No me desvestí ni abrí las piernas... no toque la espalda de mi amante; La primera vez que hice el amor estábamos rodeados de personas y de sol, en el aula del colegio. Estallé de risas a modo de orgasmo y conocí la plenitud de saberme amada y deseada en el mismo instante. De eso se trata el amor, entendí. Él me hacía cosquillas en medio de una nube de tizas blancas y verdes a la orilla del pizarrón. Me acercaba con torpeza a sus ojos profundos, brillantes y azules. Me celebraba mordiéndose los labios y yo aprendía que el calorcito de sus brazos era el paraíso que describían las novelas de la biblioteca de mi casa. Desde esa tarde soy más mía y siempre un poco de él, aunque nunca se lo haya confesado. Desde aquella tarde entiendo que la luz del sol es el componente inevitable de todas mis experiencias sagradas. Energía lumínica y ventanas abiertas. Pur...
Experimento encuentros. Palabras. Besos. Experimento sentidos que me aguardan. Tu sombra me habla, me besa y me emociona… navegamos hasta perder la percepción de los colores y los cuerpos, mientras duerme la ciudad. El aire de rosas que destilan mis sueños se agiganta con tu paisaje de llanuras infinitas. Vuelvo a la lluvia nocturna de abril y desnudo tus ojos y tus manos. Allí donde hay camino recorrido, puedo oír plegarias de semillas que hoy florecen despidiendo temores. Me impulso al encuentro de tu narración abundante. Todos tus cuentos de nube viven aquí. Mi nave son estas neuronas que se conectan para traerte y escucharte... Puedo oírte afable en la osadía de nuestro amor sencillo que no asimila distancias y caprichoso, continuamente nos encuentra.
He roto con tu ausencia… su juego inútil para seducir mi tiempo libre, ha despertado la violencia de todos mis sentires. Me arden las pupilas de observarla caminar entre mi ropa… se pasea fría, al ritmo de ese latido turbio que me remonta a tu voz en el teléfono. Sucede que esta tarde, ya no he podido soportar ninguna de tus implacables ausencias… Ni la de tu risa, siquiera, que es la que se cuela en mis bolsillos, y en mi guardapolvo… y en el viejísimo bolso azul que ayuda a mi tarea diaria. Termine de una vez por todas con tu falta de presencia… Que ha decir verdad, debo discriminar, de tú existir permanente aquí: sobre las sabanas. Es curioso. Frecuentemente cuándo algo se rompe… otro algo, aunque sea de a pedacitos, se vuelve tangible y se libera. Liberar tu ausencia es olvidarte. Y si te olvido, ¿con quien compartiría mis piernas y mis proyectos, y mi almohada…?
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